“Locus Serenitatis”
Cuando conduzco el coche, me molesta que quien está junto a mi, me diga que camino tomar, que me detenga o ¡cuidado! Yo soy el conductor. Yo se porque hago lo que hago.
Conducir es algo personal. Y el conductor es el único que lo sabe. Nunca hago caso de quien quiere decirme como conducir, porque por eso pasan accidentes.
Compara las similitudes que tiene este ejemplo con nuestra vida.
Nuestro coche se llama “vida” y Dios ha sido lo suficientemente generoso, como para darnos a cada quien un “coche” propio. Todos somos los conductores de nuestra propia vida. Desafortunadamente, muchos no asumimos esa responsabilidad.
Somos conductores miedosos, a los que nos gusta preguntar a cuantos nos acompañan, que debemos hacer. Y como resultado, equivocamos los caminos, nos accidentamos y echamos las culpas a los demás. Porque es más fácil culpar a los otros, que tomar las riendas de la propia vida y ser conscientes de los errores y de todo aquello que hicimos mal para corregirlo.
Seamos valientes, agarremos nuestras vidas y digamos sí a los tropezones de la vida y las dificultades.
Sofista