VIVE Y REGALA MISERICORDIA – NO ME LO DEVUELVAS
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor
Jesús no condena a la mujer encontrada en adulterio; la invita a que no peque más. La fuerza de la acción está en: “No te condeno, vete en paz.
¡Vete y no digas nada! a partir de ahora disfruta de la vida nueva, dejando tu pasado atrás. No pienses en lo antiguo, mira lo nuevo que ya está brotando.
Dios es misericordia, gratitud, es fiesta, alegría, porque su perdón convierte el corazón de las personas.
Jesús es así, rompe todos los esquemas y cumple la voluntad de su Padre: no devolver mal por mal, sino que ofrece el perdón y el amor por donde quiera que pasa. Sólo pide que cambiemos nuestra forma de vivir.
Qué en este V domingo de Cuaresma nos encontremos con Él, nos dejemos interpelar y cambiemos nuestra forma de vivir. Seamos abiertos de corazón perdonando, acogiendo y aceptando a las personas tal como son, sin juzgarlas ni condenarlas.
Ojalá esta Cuaresma nos haya ayudado a ser buenos hermanos y mejores cristianos. Buena semana a todos.
¡Qué gran lección para nosotros! No podemos lanzar la piedra porque también somos pecadores.
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Nunca deberíamos olvidar que no somos perfectos. Un cordial saludo
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