Había una vez un muchacho que para aprender sobre los secretos de la vida, se retiró a un templo budista que se encontraba en lo alto de una gran montaña, muy apartado de la civilización. Ahí, vivía un viejo maestro llamado Tsin Shih que sería el encargado de guiarlo.
Al principio el estudiante se adaptó bien a su nuevo estilo de vida. Sin embargo era muy joven aún y tenía grandes inquietudes sobre ciertos aspectos de la vida.
Una de ellas era como su maestro conseguía estar tan pacífico todo el tiempo. A veces tenían problemas o los visitaban personas muy descorteses que querían que el anciano les solucionara la vida. Cuando él no les decía lo que querían escuchar, a menudo se enojaban, lo insultaban y se marchaban muy ofuscados.
Sin embargo Tsin Shih jamás perdía la calma.
—¿Cómo lo hace, maestro? ¿Cómo hace para estar tan sereno siempre, aunque ocurran cosas como estas? ¿Es qué nada lo enoja? —le preguntó su discípulo.
—No gano nada enojándome —respondió Tsin Shih con una sonrisa—, el secreto para mantener la serenidad muchacho, es cooperar con lo que no podemos evitar.
—No le entiendo, maestro.
—La vida siempre nos pondrá delante situaciones imposibles de predecir, que ni siquiera los más avanzados sabios podrían adivinar. Generalmente son cosas por las cuales no queremos pasar, que nos desgastan física y emocionalmente. Problemas económicos, rupturas sentimentales, la pérdida de un ser querido… el problema es que nuestra mente siempre se niega a aceptarlas y se esfuerza por mantener el control. Es aquí cuando el ego se hace presente.
—Entonces, ¿cómo podemos enfrentar esas situaciones? —insistió su discípulo, intrigado.
—Más que enfrentarlas, debemos aceptar que no podemos controlarlas y dejar que las cosas sigan su cauce.
—Pero maestro, ¡eso sería darse por vencido! Y me parece que no hay nada de honorable en eso.
—Aquí es donde te equivocas, pues aceptar las cosas no es igual a resignarse. Simplemente estamos aceptando que no siempre tendremos el control de lo que sucede en nuestras vidas. Enojarnos, luchar frustrados o caer en la desesperación no nos llevará a ninguna parte. Es necesario aceptar lo que nos sucede, madurar y salir adelante con optimismo. Solo así podremos crecer espiritualmente.
El estudiante se quedó en silencio, sorprendido y reflexionando sobre lo que acababa de aprender.
—¿Comprendes ahora cual es el secreto de la serenidad?
—Creo que lo estoy entendiendo, maestro.
—Pues bien, ahora sabes lo que quiere decir ese viejo refrán que reza: «Sólo Dios sabe porque hace las cosas». No sigas luchando con lo inevitable. Acéptalo, hazte responsable de tus acciones y sobre todo, no pretendas tener el control sobre todo. Ninguna persona lo tiene, pero aprender esto es indispensable para alcanzar la sabiduría.
T. de Mello
Me gustó mucho esta historia, muy verdadera y muy para el momento, a veces nos olvidamos de ello y de ahí nace la frustración y la lucha contra lo inevitable, gracias por refrescar con ella. Un abrazo grande y un muy feiz fin de semana
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Gracias, buen domingo . Un abrazo
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Muy bueno.
A lo inevitable hay que dejarlo de lado.
Si lo puedes solucionar, soluciónalo, y si no ¿para qué te preocupas?
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A lo inevitable hay que dejarlo de lado.
Si lo puedes solucionar, soluciónalo, y si no ¿para qué te preocupas? Siempre ha sido la frase preferida de mi marido, a mi a pesar de llevar años practicando yoga físico y mental, me cuesta aceptarla. Pero la vida te va dando la templanza para ello y la fuerza suficiente para aceptar las cosas. Muchas veces le recuerdo la frase porque en el 2004 sufrió un atropello que lo dejó mal parado y desde el 2015 tiene parkinson, su cabeza muy lúcida, está inaguantable. Yo tengo problemas de corazón, me cuido a mí misma y a él. Al final sin yo querer práctico la dichosa frase. La vida nos da aceptación y paciencia. Un abrazo
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Nadie nos dijo que no sufriríamos.
Es la vida.
Yo tuve un A.C.V. hace tres años.
El asunto es que tenemos que superar como puédamos los inconvenientes.
Eso es vivir.
Un abrazo y suerte.
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Es verdad, el dolor y el sufrimiento nadie lo quiere, pero llega y hay que aprender a vivir con él y aceptarlo. Ahora estoy más atareada mi marido ha empeorado con el Parkinson y lo lleva muy mal, tiene la cabeza muy lúcida, pero el cuerpo no le responde y no acepta la situación y eso le está haciendo sufrir aún más. Se ha quedado parado en sus días de profesor y no hay forma de sacarlo de ahí. EN fin paciencia que es la madre de todas las ciencias. Un cordial saludo
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Lamento la situación.
Yo también he tenido bajones, hasta el punto de plantearme dejar las redes.
Pero estoy escribiendo otro libro, que tiene que ser el más extenso, y por ser el último (creo) el mejor.
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