Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja. Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación. La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia consciencia y libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso. Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.
LA SABIDURIA DE VIVIR. 2ª ed. Desclée de Brouwer

Imagen tomada de la red
Desprenderse antes que te arranque.
Me gusta la entrada.
Saludos.
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Gracias por comentar. Un cordial saludo
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Hermoso escrito, una buena enseñanza la de la hoja, aprender a soltarse, lanzarse al vacío sin miedo, pues de cualquier forma llega la hora y algo la desprenderá. Un abrazo
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Excelente reflexión sebre el desapego nuestro por cosas materiales o pérdida de seres queridos.
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Muchas gracias por su aportación. Un cordial saludo
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