EL vino nuevo de la Fraternidad
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: -¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro; si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. Palabra del Señor

El prójimo me enriquece «Dios no creó a mi prójimo como yo lo hubiera creado. No me lo dió como un hermano a quien dominar, sino para que, a través de él, pueda encontrar al Señor que le creó. En su libertad de criatura de Dios, el prójimo se convierte para mí en fuente de alegría, mientras que antes no era más que motivo de fatiga y pesadumbre. Dios no quiere que yo forme al prójimo según la imagen que me parezca conveniente, es decir, según mi propia imagen, sino que él lo ha creado a su imagen, independientemente de mí, y nunca puedo saber de antemano cómo se me aparecerá la imagen de Dios en el prójimo; adoptará sin cesar formas completamente nuevas, determinadas únicamente por la libertad creadora de Dios. Esta imagen podrá parecerme insólita e incluso muy poco divina; sin embargo, Dios ha creado al prójimo a imagen de su Hijo, el Crucificado, y también esta imagen me parecía muy extraña y muy poco divina, antes de llegar a comprenderla» (Dietrich Bonhoeffer, “Vida en comunidad”)
Buena semana a todos