En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosa. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
–Hijo de David, ten compasión de mí.
Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
–Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y dijo:
–Llamadlo.
Llamaron al ciego diciéndole:
–Ánimo, levántate, que te llama.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
–¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
–Maestro, que pueda ver.
Jesús le dijo:
–Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Palabra del Señor
Hoy, las preguntas trascendentes dejan de tener sentido en nuestra vida, Dios queda relegado al olvido, preferimos una vida nihilista, individualista y egocéntrica; creemos en la tecnología que avanza imparable, la economía y el poder nos ciegan y se convierten en un dios.
La curación de Bartimeo es una llamada de atención a todos nosotros, no podemos cerrar nuestros ojos ante tantos hermanos con necesidades, ante tantas personas que se van alejando de Dios, que se vuelven incomprensivas, egoístas y que sólo viven para sí misma.
Estamos ciegos como Bartimeo, pero él sabía que sólo Jesús podía curarlo, lo llama y Jesús responde. También Jesús responde a nuestra llamada, abre nuestros ojos a la realidad para que seamos amor y luz.
Seamos cristianos de ojos abiertos, ojos que dan calidez, cariño, comprensión y cercanía, sólo así podremos dar testimonio y convencer que Dios es amor infinito.
Buena semana a todos