En aquel tiempo [se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: –Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les preguntó: –¿Qué queréis que haga por vosotros?
Contestaron: –Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús replicó: –No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
Contestaron: –Lo somos.
Jesús les dijo: –El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: (en la fórmula abreviada: reuniendo a los Doce, les dijo: –Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
Palabra del Señor
Jesús escuchó las ansias de poder de algunos discípulos y también el enfado de los otros.
Pero, 2018 años después seguimos igual, no hemos aprendido el mensaje cristiano. Queremos parecernos a los líderes, a los jefes que prefieren poder antes que servicio y cercanía con sus seguidores o empleados.
En el seno de la Iglesia nos encontramos con lo mismo, no hablo sólo de la jerarquía, sino también de los seglares que cuando tenemos un ministerio, una pastoral o cualquier actividad en la que tengamos un poco de responsabilidad, ya estamos subiéndonos por encima de los demás.
El distintivo del cristiano es servir a los demás igual que hizo Jesús, sino dejemos de llamarnos cristianos. Servir es sembrar amor, es compartir lo que somos y tenemos con los demás, es trabajar para cambiar el mundo.
Buena semana a todos