En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra del Señor
A Dio lo que es de Dios y al César lo que es del César. Menuda pregunta nos trae el Evangelio hoy.
Esta frase no es nueva, sino que es un problema muy antiguo, ya hubo muchas teólogos y filósofos que estudiaron la relación que debíamos tener los hombres (Iglesia) con Dios y el Estado.
Como creyentes, debemos participar y compartir la fe, pero sin olvidarnos que también pertenecemos a una sociedad en la que hay leyes, normas y obligaciones. Por lo tanto, no debemos olvidar que todos somos hijos de Dios; ricos y pobres. Aunque los preferidos del Dios siempre son los más pobres.
Jesús quiere ¿que elijamos entre Él y el César (Estado)? ¡No!, simplemente nos abre las puertas a la realidad terrena, a convivir con quien no piensa como nosotros o tíene ideales distintos.
Todos juntos debemos caminar hacia una sociedad más justa, más solidaria y humanizada, donde prevalezca el respeto a todo aquello que nos diferencia.
Buena semana y quitemos las fronteras que nos separan como hermanos e hijos de Dios.