En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme». Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor
Esta semana volvemos a ver en el evangelio el tema de la fe.
Vemos a una mujer pagana que se dirige a Jesús y le pide que sane a su hija, como lo hace cualquier mujer creyente.
Jesús no le responde, los discípulos le piden que le ayude, pero Él contesta que sólo viene para las ovejas descarriadas de Israel.
La mujer insiste y no se siente ofendida porque la ha comparado con los perros, al revés la mujer insiste, no tiene orgullo ni prepotencia, ella sólo quiere su ayuda y que Él sane a su hija. Cree en Jesús.
Qué fe tan grande la de esta mujer, nosotros deberíamos tener una fe grande y fuerte para poder atraer como hizo Jesús a los más alejados al banquete del Reino de Dios.
Gracias a la fe, yo sobrevivo. Feliz semana y muchas Bendiciones.
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Gracias por tu comentario, Un cordial saludo
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