Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los píes del Señor, escuchaba su Palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paróy dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile qeu me eche una mano. Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se quitarán.En el evangelio de hoy nos encontramos que Jesús entra en la casa de dos hermanas a las que Él quiere mucho y veremos dos actuaciones diferentes.
María desde que llega Jesús se sienta lo más cercana a Él en actitud de escucha. La mejor opción para conocer a quien deseamos seguir y querer.
Marta en cambio se desvive por que Jesús se sienta cómodo, a gusto, pero realmente no tiene tiempo para conocerlo y poder seguirlo con amor.
Marta ya cansada, se queja a Jesús para que éste recrimine a su hermana por haberla dejado sola en el trabajo.
Jesús no pierde la compostura, ni se altera, contesta con amor a Marta, para que tampoco se sienta dolida, pero sí caiga en la cuenta de que lo más importante es la acogida y escucha de la persona que llega a tu casa. A pesar de su esfuerzo para que a Él no le falte de nada, cosa que casi todos solemos hacer ante una visita.
Pero ante el nerviosismo y el exceso de trabajo realmente no disfruta de la persona que ha venido a visitarte, porque no dedica tiempo a compartir y estar con ella.
Esto último nos pasa a muchos cristianos, nos dividimos en mil tareas pastorales, formación de distintas indoles y a la oración dedicamos poquito tiempo, cuando oración y acción deben ir a la par.
Sin oración no hay encuentro personal y comunitario con el Maestro por mucha formación que tengamos.
Vida activa y vida contemplativa tienen gran importancia en la vida del cristiano, porque en la oración encontramos la fuerza para la acción pastoral y misionera.