En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno». Palabra del Señor
El evangelio de hoy muy corto pero esclarecedor en cuanto al comportamiento que debe tener un pastor o guía.
Toda comunidad humana tiene siempre alguien que dirige y la labor de quien dirige no es mandar sino acompañar, acoger, acompañar y guiar.
Jesús deja claro a quienes no son sus seguidores como deben ser el verdadero seguidor del Maestro. Lo primero que debemos tener claro para ser seguidores de Jesús es escuchar su voz y reconocerla entre las demás voces que oímos en nuestro día a día. Los cristianos debemos tener la suficiente capacidad para escuchar y tratar de vivir la Buena noticia que Él nos trae.
La Iglesia necesita recuperar el oído perdido para escuchar a nuestros hermanos que continuamente envían mensajes para encontrar el camino que les lleve al encuentro con Él. Pero, nosotros, en cambio, nos dedicamos a ser pastores que buscan el protagonismo, figurar y nos olvidamos que es ser realmente un pastor.
Tenemos que renovar nuestra fe, dejar de vivir una fe vacía, dedicada al culto, para buscar una fe que después de escuchar y reconocer la llamada del Maestro, busquemos las ovejas que se pierden en el camino e incluso lleguemos a dar la vida por ellas.
Ese es el deber de todo pastor, reconocer a sus ovejas y estas a la vez reconocer a su pastor, ese lazo de confianza y amor es el que hoy nos falta muchos de los que formamos la Iglesia de Jesús.