Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.» Palabra del Señor
En la Iglesia celebramos hoy la festividad de Todos los Santos. Todos debemos buscar en nuestra vida la santidad, porque Dios nos la ofrece a todos sin excepción.
En el evangelio de hoy, vemos esa gran oportunidad que Jesús nos ofrece en el sermón de la montaña para vivir la santidad en nuestro día a día, pero preferimos buscarla fuera de nosotros, en los santos de altares, en vez de ponerla en práctica nosotros.
Nuestra vida debería reflejar el seguimiento a Jesús demostrando el amor que el demostró, la cercanía, la acogida, su forma de actuar con todos y de forma especial con los más desheredados. Seguir a Jesús es trabajar por un mundo más digno, donde no haya hambre, falta de trabajo, de vivienda. Donde la enfermedad, el dolor, la tristeza y la pobreza no tengan cabida.
Si no somos testimonio haciendo realidades vivas, realidades que no busquen cumplirse en el más allá, sino aquí, no estamos iluminando con la misma Luz que ilumina nuestro Padre.
Decía San Juan Bosco: «No quiero ser santo de altar, sino santo de a pie». Pues busquemos ser «santos» allí donde estemos y dejemos una estela que refleje el amor tan inmenso que Dios tiene por todos nosotros.
No olvidemos nunca que el único Santo es el Señor a Él el honor y la gloría; sin Él nada somos.
¡¡¡Buena semana y busquemos la santidad en todo lo que hagamos!!!.
No es muy largó
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Un saludo
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