El miércoles pasado vimos que somos una serie de cosas y que estas nos van conformando como persona. Estamos en un cambio continuo, siempre en proceso.
Somos como somos, pero siempre en cambio sino no avanzamos en madurez, en adultez, en felicidad y por supuesto en amor.
Todas las personas tendemos a ponernos una máscara para huir del sufrimiento, de las adversidades. No somos mentirosos, ni queremos serlo, pero nos convertimos en mentirosos de forma casi natural.
De esta forma pasamos por todos los estados del “ego”:
Somos Padre (superiores a los demás y siempre protegiendo) (intentamos suplir las insuficiencias del otro)
Ej.: podemos ser Padre cuando actuamos con autoridad y protegiendo aunque el otro sea un adulto.
Somos adultos (nos valemos por nosotras mismas y tratamos al otro de igual a igual)
Ej.: Somos adultos cuando nos relacionamos con nuestra pareja o con amigos
Somos niños (cuando somos niños siempre necesitamos ayuda)
Ej.: Somos niños en muchos casos cuando estamos con nuestras parejas, ¿niño vamos al cine? Contestación: lo que tu quieras hija.
En estas frase los dos adultos ser relaciona como niños.
Durante toda nuestra vida fluctuamos de uno a otro según sea nuestras necesidades.
Nuestra programación infantil no viene dada por: nuestra familia, y la sociedad.
Y en ese estadio de la vida somos como una esponja: absorbemos todo rápidamente.
Por todo lo anterior debemos aprender a confirmarnos a nosotros mismo. Dicho de otra forma “ser auténticos”.
No somos inútiles, ni la niña de papá o mamá, sino adultos que queremos empezar a vivir como adultos. Poco a poco nos vamos liberando de la programación a la que nos hemos visto sometido y vamos tomando el volante de nuestra propia vida.
Para quitarnos los apegos, las mascaras con las que nos tapamos, tenemos que ser honrada y honesta con nosotras, tenemos que trabajar el hábito de la verdad y tener la firme voluntad de ir creciendo como persona progresivamente.