En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra del Señor
El evangelio nos plantea hoy una buena pregunta: ¿a quién nos vendemos: a Dios, al dinero o al poder? Que cada uno de nosotros reflexione y sea sincero consigo mismo.
El problema que plantean los fariseos a Jesús es un problema que también tenemos hoy. Como creyentes nuestro guía y referente debe ser Jesús de Nazaret, pero no podemos olvidarnos que también vivimos en una sociedad en la que todos debemos cumplir con unas normas sociales que deben buscar el bien común y no el de unos cuantos.
Nosotros somos seguidores de Jesús y, aunque cumplamos como ciudadanos con nuestros impuestos, siempre debemos tener la suficiente lucidez para no poner nuestra felicidad, ni la de los demás, en manos de ningún poder; ya sea religioso o político. La corrupción ha entrado de forma alarmante en los poderes políticos y también en el ambiente religioso. Está clarísimo que esto no puede agradar a Dios, y aún más viendo como los pobres de este mundo mueren cada día sin tener un trozo de pan que llevarse a la boca o son abocados a morir por enfermedades que no tienen, al menos hoy, curación porque a los grandes no les interesa invertir en el llamado tercer mundo.
Ser creyentes es vivir y compartir la fe, tener unas pautas de comportamiento que nos ayuden a vivir el Reino de Dios entre los hombres de la tierra, por ello, no debemos vivir al margen, indiferentes al dolor de nuestros hermanos, sino que debemos alzar la voz para que aquellos que no pueden sean oídos.
Este curso seguimos con la formación «La alegría del Evangelio». ¡Pues dejemos que éste nos transforme y que nuestra fe no se limite a cumplir con la práctica dominical, sino que nos interpele, nos haga salir, buscar, apoyar, acoger y acompañar a los más desvalidos que este sistema está generando!
Terminamos con la frase de San Juan Bosco, «Sed buenos cristianos y honrados ciudadanos» ¡Casi ná! Buena semana a todos