Zen es el caminar, Zen es el reposar. Ya hable, ya calle: descanse o me agite, esencialmente, todo ello es lo Quieto. Seguridad en medio de todo desamparo.
Zen significa “concentración”. El yo que ha “despertado” al SER, vive su ser profundo, en un perenne AHORA. Y, al vivir de ese perenne AHORA, tiempo y espacio quedan transfigurados. Es un hombre que sufre como todos; pero, en cierto sentido, sufre como si no sufriera; en todos sus sufrimientos, no le abandona una radiante serenidad, que brota de lo profundo… Todo su hacer es rápido y preciso: lo indispensable y nada más. Traer agua, si hay fuego, y nada más. Comer, cuando hay hambre, y nada más. Dormir, cuando se duerme, y nada más. Escribir, cuando se escribe y nada más. Todo, con plena lucidez y presencia de espíritu; sin ningún intersticio entre pensamiento y acción…
¿Qué lleva, pues, consigo el Zen? ¡Tal vez una sonrisa! Un reír abierto que lleva a romper lo que nos tenía atados.