En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.» Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.» Palabra del Señor
En el evangelio de hoy, Juan reconoce cuando va a bautizar a Jesús al Hijo de Dios, el Cordero que viene a quitar los pecados y salvar con su vida a toda la humanidad. En ningún momento Juan pensó que él era el Mesías esperado, sino simplemente quien lo anunciaría. Cuando lo descubre no se queda el descubrimiento para él, lo comparte, porque es tal la alegría que ha recibido que la comunica a todos.
También nosotros debemos reconocer en nuestra vida diaria al Hijo de Dios. Somos muchas las personas que hemos recibido el Bautismo cuando éramos pequeños, muchos seguimos siendo cristianos por tradición, porque así lo decidieron un día nuestros padres. Otros hemos experimentado un encuentro personal que ha cambiado nuestra vida, nuestra forma de ser y ver y, a partir de ese momento hemos decidido compartir la alegría, ser como Juan anunciadores de su Palabra. Deberíamos pararnos, rememorar nuestro Bautismo, descubrir si realmente sentimos la mirada amorosa de Jesús en nuestra vida, si nos sentimos salvados, acogidos y amados como personas, como comunidad y como Iglesia. Dejar que el Espíritu nos guié, que llegue hasta nosotros los ecos de los primeros seguidores que se dejaron seducir y enamorar y dieron un vuelco radical a sus vidas. Sólo así seremos cristianos creíbles, porque la fuerza de su Espíritu nos llevará a trabajar por los más débiles, los que aún no lo conocen y también volver a conquistar a todos aquellos que son cristianos bautizados pero alejados. Esa es nuestra fe, nuestra misión: «Ser misioneros, mensajeros como Juan el Bautista».
Buena semana, ¡sean felices!