Comenzamos el tiempo de Adviento, que quiere decir «alguien viene». Y la persona que viene es nada menos que Jesús, don gratuito, amor desbordante que nos sorprende cada día, igual que sorprendió a sus padres, José y María.
Dios no sólo nace en Navidad, sino que cada día se hace presencia entre nosotros, a pesar de que nuestra capacidad de escucha se ve obstaculizada por el ruido, el pecado y todo lo que nos aleja de estar abiertos al misterio de Dios. Él llama continuamente a nuestro corazón, sin forzar pero esperando que éste se abra a su amor incondicional. Abrir nuestro corazón nos da miedo, no somos valientes como José y María, que dieron un «Si» total que les cambió la vida por completo.
Preparémonos estos domingos de Adviento para salir a su encuentro, salir de nosotros y unirnos a tantos hermanos que sufren la marginación, la soledad y la enfermedad. Escuchemos sus gritos y trabajemos por un mundo más justo y fraterno.
El primer domingo nos anima a estar despiertos, atentos a la secularización, a las personas alejadas del evangelio y de la iglesia.
En el segundo, celebramos el día de la inmaculada, una invitación a la disponibilidad y a la aceptación a los planes de Dios en nuestro quehacer diario.
El tercer llamado de Gaudete, que significa regocijaos porque Dios está cerca, nos recuerda que como cristianos debemos ser mensajeros de la paz, la justicia y el amor. Una comunidad abierta que sea testimonio del amor de Dios.
Y por último, el cuarto domingo, Dios con nosotros (Emmanuel). Dios no pertenece a ninguna religión, no es propiedad de nadie. Dios vive y acompaña a cada uno de nosotros en las alegrías y en las penas. Dios es presencia discreta, cercana y acogedora; sólo tenemos que abrir nuestro corazón para descubrir que no estamos solos
En este Adviento que hoy empezamos abre tu corazón para acoger al Emmanuel y junto a María feliz espera, feliz adviento.
Locus serenitatis 