En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida». Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». Palabra del Señor.
Son muchos los pasajes evangélicos que nos insisten en la importancia de la fe. Y otros tantos en lo incierto del futuro. Y no penseis que una y otra idea no tienen nada que ver porque la fe y el futuro son una pareja inseparable.
Es esencial creer, saber esperar, mantener la llama de la fe viva para poder ver llegar el futuro con aquello que esperamos que nos traiga. No se trata de rezar y que las cosas que pedimos caigan del cielo. El evangelio de hoy nos lo recuerda: habrá guerras, terremotos, peste, hambre, desastres,… Fijaos bien, este evangelio puede pasar por cualquier telediario de los que vemos en nuestros canales de televisión. Es en estos momentos cuando la fe flaquea, cuando nos sentimos solos aunque estemos rodeados de gente. Es en estos momentos cuando nos preguntamos de qué sirve creer y esperar, ¿para qué la esperanza?
La esperanza es lo que nos mantiene en pie, lo que nos empuja a poner un pie delante del otro y avanzar por el camino de la vida. Nos lo recuerda Lucas en el evangelio: todo es efimero, las piedras del templo desapareceran, todo desaparecerá; pero mientras estemos aquí debemos ser ejemplos vivos de la palabra de Jesús. Debemos ser luchadores y avanzar, mostrar la diferencia entre nosotros y los demás porque la fe nos hace diferentes, nos hace valientes y perseverantes. Porque todo llegará.
¡Feliz semana!