Hubo una vez dos mejores amigos. Ellos eran inseparables. Por alguna razón sus caminos tomaron dos rumbos distintos y se separaron.
Nunca volvieron a saber el uno del otro hasta el día de ayer, después de 10 años, caminando por la calle uno de ellos se encontró a la madre del otro. La saludo y le preguntó por su amigo. En ese momento sus ojos se llenaron de
lágrimas y lo miró a los ojos diciendo: murió ayer… El hombre no supe qué decir, ella le seguía mirando y él preguntó cómo había muerto.
Ella lo invitó a su casa, al llegar allí le ofreció sentarse en la sala donde pasaron gran parte de su vida, siempre jugaban ahí los dos amigo. Se sentó y ella comenzó a contarle la triste historia. Hace 2 años le diagnosticaron una rara enfermedad, y su cura era recibir cada mes una transfusión de sangre durante 3 meses, pero ¿recuerdas que su sangre era muy rara?, sí, lo sé, igual que la tuya…
Estuvimos buscando donantes y al fin encontramos a un señor vagabundo.
Tu amigo, como recordarás, era muy testarudo, no quiso recibir la sangre del vagabundo. Él decía que de la única persona que recibiría sangre sería de ti, pero no quiso que te buscáramos, él decía todas las noches: no lo busquen, estoy seguro que mañana si vendrá… Así pasaron los meses, y todas las noches se sentaba en esa misma silla donde estás tú sentado y rezaba para que te acordaras de él y vinieras a la mañana siguiente.Así acabó su vida y en la última noche de su vida, estaba sonriendo me dijo: madre mía, yo sé que pronto mi amigo vendrá, pregúntale por qué tardó tanto y dale esa nota que está en mi cajón