En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
El evangelio de hoy nos anima a crecer en la fe con una imagen agrícola. Por ello compara nuestra fe con el sarmiento porque si ésta no está unida a Jesús Resucitado, no daremos frutos porque el sarmiento da fruto cuando está unido a la vid.
Para dar frutos debemos conocer a fondo la vida de Jesús, vivir lo más parecido a como Él vivió, dejarnos iluminar por el Espíritu que será quién nos de fuerzas, energía para vivir en el camino que nos ha marcado, cuando Él se haya ido.
Las palabras que nos dirige son palabras consoladoras. Jesús nos dice que nunca estaremos solos porque el Padre nos quiere, nos cuida y protege.
En el evangelio, la Iglesia encuentra la fuerza necesaria para seguir sus pasos que no son otros que la cercanía con los más débiles, los más desasistidos de la sociedad. Nuestro testimonio hará que no se olvide su mensaje y que la Iglesia se vaya renovando y sea cercana a los problemas que la sociedad tiene en cada época..
Nos encontramos hoy, a muchas personas que no conocen el evangelio, incluso dentro de las comunidades eclesiales nos conformamos con la lectura dominical desde el ambón.
En muchas parroquias se editan hojas parroquiales con las lecturas del domingo para animar a que las personas lean de primera mano la Palabra de Dios y la conozcan, pero deberíamos dar un paso más dentro de la evangelización y profundizar de forma grupal al menos un día a la semana en su lectura y después compartirla.
Esta es la mejor forma de estar unidos a la vid y dejar de ser sarmientos secos que no dan frutos. La mejor opción para que nuestra fe tenga un crecimiento continuo es alimentarnos con la Palabra de Dios.
¡Feliz semana y sigan a Cristo para dar frutos en abundancia!