Un mendigo ciego pedía sentado en una plaza con un cartel que decía: “Ayúdenme soy ciego” pero pocas personas le echaban una moneda.
Paso un ejecutivo reparo en él, cogió el cartel y escribió algo, y se fue. Ahora todo el que pasaba echaba monedas en el gorro que el ciego tenía delante.
Al atardecer volvió a pasar el ejecutivo, se acercó y vio que el gorro estaba casi rebosando de monedas.
Puso su mano en el hombro del ciego, este lo reconoció le dio las gracias y le pregunto que había puesto en el letrero:
-Sólo he cambiado el mensaje-
“Que bello día para disfrutar y yo no puedo verlo”.