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A ser tratados con respeto y dignidad.
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A equivocarnos y ser responsables de nuestros errores.
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A tener nuestras propias opiniones y valores.
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A tener nuestras propias necesidades, y que sean tan importantes como las de los demás.
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A experimentar y expresar los propios sentimientos, así como a ser sus únicos jueces.
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A cambiar de opinión, idea o línea de acción.
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A protestar cuando se nos trata injustamente.
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A intentar cambiar lo que no nos satisface.
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A detenernos y pensar antes de actuar.
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A pedir lo que queremos.
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A hacer menos de lo que humanamente somos capaces de hacer.
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A ser independientes.
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A decidir qué hacer con nuestro propio cuerpo, tiempo y propiedad.
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A sentir y expresar el dolor.
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A ignorar los consejos.
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A rechazar peticiones sin sentirnos culpables o egoístas.
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A estar solos aun cuando deseen nuestra compañía.
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A no justificarse ante los demás.
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A no responsabilizarse de los problemas de otros.
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A no anticiparse a las necesidades y deseos de los demás.
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A no estar pendiente de la buena voluntad de los demás.
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A elegir entre responder o no hacerlo.
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A hablar sobre el problema con la persona involucrada y aclararlo, en casos límite en que los derechos de cada uno no están del todo claros.
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A hacer cualquier cosa mientras no violes los derechos de otra persona.
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A escoger no comportarte de forma asertiva o socialmente hábil.
Las personas debemos sentirnos libres de ideas preconcebidas, de ideologías, de conceptos enseñados, porque todos tenemos el deber de ser nosotros mismos, aprender de nuestros errores y sobre todo saber caminar por nosotros mismos.