Algunas personas oraban en la capilla donde estaba expuesto el Santísimo, otras leían en silencio el evangelio.
Entró un mendigo a pedir, su aspecto era desagradable por el olor que despedía, pero también se apreciaba que tenía algún tipo de enfermedad mental.
Nadie le echaba cuenta. Él seguía pidiendo, pero todos pasaban de él.
Una mujer le dio una moneda y le dijo que saliese, que guardara silencio. Él cogió la moneda y siguió pidiendo, al ver que nadie le hacia caso comenzó a lanzar improperios contra el Señor.
Las personas que allí estaban empezaron a recriminarlo diciendo que se marchara o llamarían a la policía.
Un señor que leía el evangelio dijo en voz alta: “ Vete o llamo a la policía”.
La mujer que le dio la moneda, se levantó y lo acompañó a la puerta, cuando volvió a entrar en la capilla dijo: “Dios no sólo está ahí en el altar, sino que Dios está en el mendigo que estaba pidiendo”.
La miraron y volvieron a sus oraciones. Sólo a la mujer le costó centrarse en la oración, porque sabia con certeza que la oración mejor era la que acababa de hacer, ayudando al hermano que mendigaba”