Una joven se caso y se fue a vivir con su marido a casa de su suegra. Las dos mujeres no se entendían y las peleas eran constante. La convivencia era muy difícil.
Pasado un tiempo prudencial las cosas iban de mal a peor. Nadie era feliz.
La nuera desesperada optó por buscar ayuda.
Acudió a un curandero que le recomendaron para que le diese alguna hierba que calmase a su suegra porque según ella era insoportable.
El curandero después de oírla decidió darle unas hierbas que según él cambiarían poco a poco el carácter de su suegra.
El curandero advirtió a la joven:
-Debes tener mucho cuidado, porque si le das más hierbas de la cuenta tu suegra podría enfermar o incluso morir.
También le dijo a la joven:
-Mientras tu suegra tome estas hierbas intenta ser amable con ella, no discutas, ayúdale en sus problemas, sé cariñosa y comprensiva.
La joven prometió hacer todo lo que él le había dicho.
Pasado un tiempo la muchacha volvió a casa del curandero para decirle que quería dejar de dar las hierbas a su suegra, por que esta había cambiado tanto, que la quería como a su propia madre.
-¿Has hecho todo lo que te dije?
-Si, contesto la joven. Ahora en casa todo es armonía, dulzura, da gusto estar allí.
El curandero le dijo:
-Puedes seguir dándole las hierbas, estas son vitaminas que puede tomar cualquier persona. Lo que ha pasado es que ahora recoges lo que has sembrado. Recuerda siempre este adagio:
“Se recoge lo que se planta, así que tenemos que tener cuidado con lo que plantamos”