Cierto día un chino fue invitado a visitar el Infierno, cuando llegó se quedo asombrado, a parte de un calor abrasador, observó, grandes mesas cubiertas de viandas de todo tipo. Todo era apetecible.
Pero todo estaba intacto, nadie había comido. Vio que los comensales lloraban y se quejaban del hambre que tenían.
Preguntó ¿Cómo es que no coméis con la cantidad de comida que hay?
No podemos saciar el hambre porque los cubiertos miden dos metros de largo, y así es imposible.
Se quedó perplejo, a quién se le ocurre poner unos cubiertos tan largos.
Poco después fue invitado a visitar el Cielo, al llegar vio que al igual que en el Infierno, había gran cantidad de mesas con diferentes viandas todas llenas de ricos manjares, pero algunas ya estaban casi vacías.
Miró y vio que los cubiertos eran idénticos a los que había en el Infierno, en cambio aquí las personas estaban satisfechas y muy contentas, preguntó: ¿Cómo podéis comer con
estos cubiertos tan desproporcionados?
De una forma muy fácil: «Hemos aprendido a darnos de comer unos a otros».