Hoy, festividad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, el evangelista Lucas nos relata un evangelio que es crucial para entender la misión de Jesús.
El atardecer es un momento especial en la vida de las personas, es el momento de retirarse al descanso, el momento de la soledad, del encuentro personal con el Padre que habita en nuestro interior.
El diálogo entre los apóstoles y Jesús nos da dos actitudes diferentes, por un lado, ellos quieren que las personas que han escuchado a Jesús se vayan para comprar comida, la comida que cada cual pueda proveerse, porque la charla ha sido gratis. Sin embargo, para Jesús, que habla y actúa desde el amor y la gratuidad, es uno de los valores del Reino de Dios.
Cuando les dice: “dadles de comer” les está diciendo a ellos y, también hoy, a nosotros que nuestra misión es practicar el amor y la misericordia. Es compartir lo que tenemos, y somos, para que el milagro se haga realidad.
Cuando Jesús levanta los ojos, está orando, está en comunión con el Padre, y esta es la actitud que todos debemos tener, porque es el Padre quien nos dará la fuerza y nos abrirá al misterio del amor.
Muchos, quizás, hemos acompañado al Señor en la procesión Eucarística, pero eso no es suficiente. Acompañar al Señor es compartir y convivir, partir el Pan con nuestros hermanos más necesitados, sobre todo en estos momentos de crisis. La Iglesia tiene que ser presencia en un mundo dividido, un mundo hedonista donde prevalece lo material por encima de la gratuidad.
Si compartimos habrá milagro, aunque sólo tengamos cinco panes y dos peces.
¡¡¡Vivan felices y hagan posible la alegría compartida!!!.