El final de la labor terrena de Jesús se acerca. El evangelista lo narra en el pasaje de la “ascensión”: el retorno a Dios, la subida a lo alto, a su origen y eternidad.
Mientras tanto, sus discípulos deberán continuar la obra, revestidos del aliento divino; y se abrirá una etapa que supondrá mucho esfuerzo y sufrimientos. La semilla del mensaje está sembrada, ahora hay que cuidarla y hacerla crecer.
Desde el momento de la ascensión, Jesús no está entre nosotros, pero no estamos solos, el espíritu de Dios que lo ha acompañado durante sus años de vida terrena se queda entre nosotros infundiéndonos la fuerza que lo movió a él. Ayudándonos a caer en la cuenta que seguirle es, incluso, arriesgar la propia vida, la comodidad…
Hay que recordar en todo momento que es el amor la única palabra, que tenemos para luchar y vencer.
Jesús venció a fuerza de amor, y con esa misma fuerza de amor nos toca seguir a nosotros la evangelización y la fraternización entre los seres humanos. Con esa única, y minúscula, palabra y todo lo que ella significa tendremos que transformar el mundo, tendremos que darle un nuevo sentido a todo, tendremos que ordenar la realidad y volverla nueva, volverla posibilidad para todos. Porque gracias a todo lo que Jesús enseñó y transmitió sabemos que ‘otro mundo es posible’ y está en nuestras manos llegar a él.
¡Tengan buena semana!
Sofista