El evangelio que hemos leído hoy, en la Pascua del enfermo, nos insiste en algo que se opone a la forma de vida del mundo: el Amor. Un amor generoso y entregado que fortalece y produce bienestar.
Las palabras de Jesús nos deben llevar a una experiencia de vida distinta, a un acercamiento a su persona que haga que seamos “uña y carne”, porque Él como Hijo de Dios no rechazo la enfermedad, ni dejo de lado a quien la padecía. Por todo ello, si queremos vivir al estilo de vida de Jesús, debemos aceptar la enfermedad como desgaste natural, cambiar nuestras actitudes negativas que en muchos casos nos llevan a enfermar, acoger con amor y entrega al que enfermo y sentir que Dios está encarnado en la persona sufriente.
El buen cristiano siente que Dios mora en su interior y exterioriza con su comportamiento ante el mundo todos los dones con que ha sido bendecido.
Hablar de Jesús es unirnos al Reino de Dios, es aceptar al Espíritu que viene para ayudarnos en la lucha diaria, para llenarnos de abundante vida y compartirla con la comunidad y a esta le toca extenderla por doquier.
Jesús a través del Espíritu nos deja el don de la Paz que todos debemos cultivar, mimar en nosotros y después llevar y extender donde quiera que nos hallemos. Porque la Paz que Dios nos propone nace del compromiso de amor con todos nuestros hermanos.
Pidamos a Dios que nos conceda los dones del Amor y la Paz, para que seamos reflejo de Él ante el mundo.
¡¡¡Disfruten de la semana y siembren la semilla del Amor y la Paz!!!